Reseña Dolls: La casa de los muñecos diabólicos

[caption id="attachment_180" align="aligncenter" width="640"]Foto: ochenteromoderno.blogspot.com Foto: ochenteromoderno.blogspot.com[/caption]

Las muñecas de porcelana siempre me han parecido fascinantes, parecen como unas pequeñas personitas -cuando están bien hechas, claro- de niña, aparte de mis barbies y mis muñecas bebés, solo tuve una muñeca de porcelana: tenía un vestido hermoso, adornado con encajes, zapatitos, medias, y un cabello rubio rizado, adornado con rosas. Siempre la tenía en mi tocador, se veía muy vanidosa junto al espejo -ahora una de mis Cleo de Nile ocupa ese lugar -.

Explorando en Netflix como de costumbre, pues no tengo cable, me topé con Dolls (de 1987 dirigida por Stuart Gordon, no confundir con la película japonesa del mismo nombre, del año 2002, de Takeshi Kitano). La historia es sencilla: seis personas buscan refugio en una tormenta, y lo encuentran en una enorme mansión en la que vive un matrimonio de ancianos dedicados a la creación de juguetes. Para desgracia de los recién llegados, los juguetes cobran vida, y no con buenas intenciones.

[caption id="attachment_181" align="aligncenter" width="212"]Foto: avclub.com Foto: avclub.com[/caption]

Y yo, una pequeña niña que jugaba con muñecas, cuando no veía caricaturas, estaba viendo películas de terror, ¡si ahora pudiera recordar los nombres, para buscarlas de nuevo! Creo que eso fue lo que me hizo ver Dolls, la nostalgia.

Dolls: La casa de los muñecos diabólicos, es como un cuento infantil, de los que los padres suelen contar los padres cuando nos portamos mal, o como los que los niños cuentan en una fiesta de pijamas.

Y después de mi pequeña anécdota y comentarios intermedios, conforme pasa la noche, vamos conociendo mejor a los peculiares personajes que presenta el filme: el primer grupo lo conforma una inocente niña que viaja con su padre y su odiosa madrastra, con destino a encontrarse con su madre. Por otra parte, un joven en sus treintas, con un espíritu de niño, va con dos chicas punk que recogió en el camino, las cuales tienen intenciones de robar su cartera, auto, y lo que encuentren de valor en la casa. Desde que presentan a todos, está claro quiénes van a sobrevivir, citando al anciano de la casa, «la noche más larga», y sí que lo fue…

La película tiene una atmósfera interesante: una enorme casa estilo gótico (al igual que sus dueños), vieja y llena de pasillos que llevan a habitaciones cerradas en las que decenas de muñecos están esperando adentro. A pesar de la poca violencia que se ve en pantalla y los diálogos en ocasiones absurdos, resulta interesante el motivo de los muñecos. No se presenta un villano en específico, la pareja dueña de la casa no son simplemente unos ancianos trastornados movidos por su locura (el mismo director ya había hecho esto antes, experimentando con doctores locos en Re-Animator y From Beyond), ni son muñecos diabólicos y malvados, como Chucky: los muñecos atacan a quienes no son rectos ni moralmente decentes (como ejemplo, las chicas punks son unas ladronas).

El ambiente de verdad funciona, con una tormenta de fondo, y una lección que las víctimas van aprendiendo, el director hace de una historia sencilla y carente de mejores efectos, una con tensión y en ocasiones, inquietante. Una pequeña serie B con su respectivo encanto, y yo por si acaso, trataré muy bien a mis muñecas, siempre lo hice.

Priscila L.

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